Los infinitos nombres del diablo
Primer capítulo
He muerto. No ha sido una muerte dulce, tampoco dolorosa. Una
extraña sudoración ha perlado mi frente. Siento un impacto, un
bloqueo en alguna parte de mi organismo y un estertor, seco,
silbante… definitivo. He muerto.
Mi cabeza ha cedido vencida por el peso de la muerte, la barbilla se
apoya sobre el pecho en un último gesto de afirmación a la vida que ya
se ha escapado. Sin embargo, mis manos permanecen sobre el mantel esperando inútilmente que me traigan el próximo plato. Sé que ya no habrá más, a menos que, en el infierno, sirvan la ceniza en bandeja.
En pocos segundos voy perdiendo los veintiún gramos de mi espíritu y
espero, nada impaciente, ver la luz que me conducirá no sé adonde. Trato de discernir si la Parca ha venido a buscarme porque me tenía en su lista o si alguien ha precipitado su visita…
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